Tras unos meses de convivencia en el primer trimestre, seguramente ya os habréis formado una idea de cada uno/a de vuestros/as alumnos/as. Por ello, hoy queríamos haceros llegar esta reflexión.
El colegio como institución socializadora, tiene un gran impacto, a corto como a largo plazo, en la vida de los y las estudiantes. Y es que es en el colegio donde se aprenden diferentes aspectos más allá de los relacionados con la enseñanza formal y los que les ayudarán a adaptarse en sociedad.
Son muchas horas y días los que pasáis con los escolares, y en muchas ocasiones, esos momentos son mayores y de mejor calidad que los que pasan con sus familiares. Indudablemente, la mayoría de vosotros y vosotras hacéis todo lo posible por velar por el bienestar e interés de vuestros/as alumnos/as y seguramente, aunque quizás en el momento no podáis verlo y comprobarlo, dejáis y dejaréis huella en muchos/as de ellos/as.
A colación de ello, queríamos hablaros sobre la influencia que tienen las expectativas del profesorado en el desarrollo personal y académico de los/as estudiantes, que aunque sean diversos factores los que influyen en él, parece que las expectaciones que depositamos en ellos/as son uno de los aspectos más influyentes. Estas expectativas que generamos son determinantes en nuestro comportamiento y actitudes, modulando nuestro lenguaje verbal y no verbal para con el/la otro/a e influyendo así en la respuesta de la otra persona. Seguramente os sonará el efecto Pigmalión o el concepto de la profecía autocumplida, y es que según pensemos acerca de la otra persona, así será como nos comportemos con ella y aumentarán las probabilidades de que eso que pensamos se haga realidad. Os ponemos un ejemplo:
Un hombre que quiere colgar un cuadro tiene el clavo, pero le falta el martillo. Piensa en que quizás su vecino tenga uno y así, el hombre decide pedírselo. Cuando se va a dirigir a donde el vecino, le asalta una duda, ¿y si no quiere prestármelo? Recuerda entonces que ayer le saludó algo distraído. Quizá tenía prisa. Pero quizá la prisa sólo era un pretexto, y está enfadado conmigo. ¿Por qué, si no le he hecho nada? Sin embargo, si a mi alguien me pidiera prestada alguna herramienta, yo se la daría enseguida, ¿por qué no ha de hacerlo él también?; ¿cómo puede uno negarse a un favor tan sencillo? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego se imaginará que dependo de él, sólo porque tiene un martillo.
Después de este diálogo interior, el hombre sale a casa del vecino, toca el timbre, y antes de que el vecino pueda decirle «buenos días», el hombre le grita furioso «Quédese usted con su martillo».
En muchas ocasiones las expectativas que generamos son fruto de experiencias previas, comentarios realizados por otras personas, prejuicios… Así que sería interesante poder pararnos y pensar que es lo que esperamos de cada uno/a de nuestros/as alumnos/as, qué es lo que trasladamos a otros/as colegas y hacer consciente esas ideas preconcebidas para fijarnos en las actitudes que tenemos y poder generar cambios. En la medida en que nuestras expectativas hacia el alumnado sean altas, aumentará su motivación y las probabilidades de éxito.
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